Santos Felipe y Santiago el menor, apóstoles

Hay muchas cosas que estos dos Santos tienen en común, pues ambos eran parte de los Doce a quienes Jesús llamó apóstoles, es decir, los discípulos más cercanos a Él. Juntos vivieron con Cristo y lo siguieron, ambos anunciarán la Buena noticia del evangelio y, por esta razón, los dos morirán como mártires. Sus reliquias yacen juntas en la Basílica de los Santos XII Apóstoles en Roma, inicialmente dedicada sólo a ellos.

«Felipe, ven y sígueme» (Jn 1,43)

Esto es lo que Jesús le dice a Felipe cuando lo encuentra, y esto es suficiente para cambiar su vida. Originario de Betsaida, ya era discípulo de Juan el Bautista. Felipe ha anhelado por mucho tiempo la llegada del Mesías, así que cuando Jesús comienza su predicación, Jesús lo premia llamándolo a ser uno de sus primeros discìpulos. Lo encontramos con Jesús en el desierto, justo antes del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, cuando le pregunta dónde encontrarían el pan necesario para alimentar a toda la gente reunida. (Jn 6,1) También está al final de la vida de Jesús, en la última cena, cuando le pide a Cristo que les muestre al Padre de los cielos. (Jn 14,8). Después de Pentecostés (según algunos textos apócrifos), cruzó Asia Menor para evangelizar a los pueblos de Escitia y de los Partos, de los que obtuvo muchas conversiones. Al final, en Frigia, en Hierápolis, fue crucificado de cabeza y murió como mártir sobre una cruz en forma de X.

Santiago, el «hermano de Jesús»

San Pablo lo llamó «el hermano del Señor», (Gálatas 1,19) una manera de designar a los parientes más cercanos de la familia. Según algunas fuentes (apócrifas), Santiago habrìa sido un primo hermano de Cristo, el hijo de Alfeo que era el hermano de San José. Santiago tuvo un hermano que fue también discípulo de Jesús: San Judas Tadeo. Se le denomina «el Menor» para distinguirlo de Santiago «el Mayor», (el hijo del Zebedeo) a quien sucedió al frente de la Iglesia de Jerusalén y en el año 50 presidió un importante Concilio en el que se trataron cuestiones muy importantes como la circuncisión (de los paganos convertidos). Antes de estos eventos, estuvo presente en una de las apariciones de Cristo, después de su Resurrección. (1 Cor 15,3-8). Es el autor de una de las primeras Cartas «católicas» del Nuevo Testamento, donde afirma que «la fe sin obras es una fe muerta». (Cf. Santiago 2,17) (La tradición afirma que) Santiago siempre siguió una conducta ejemplar: no comía carne, no bebía vino y observaba los votos, por lo que no es de extrañar que se le apodara «el Justo». Murió como mártir, probablemente por lapidación, entre los años 62 y 66.

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